Crítica a los congresistas por el aumento de sueldos
¡PROVECHO! “PADRES” DE LA PATRIA
Máster Robay Libias Cabello
Es lugar común afirmar que el nuestro es un país de profundas desigualdades socioeconómicas. El pobre extremo vive con no más de tres soles diarios y el pobre con no más de cinco. Y el porcentaje mayor de este sector social se encuentra en las áreas rurales del Perú.
Pero esta brecha se hace más lacerante ante la desvergüenza de los congresistas al elevar sus sueldos justo en vísperas de Navidad. El espíritu navideño y la “bajada de reyes” para estos “cara de jebe” (como dicen los jóvenes) no pudo tener más infeliz inspiración. Algunos, en vana explicación, señalaron que en el Congreso era muy complicado abordar los problemas fundamentales debido a su fragmentación y de imposibles acuerdos políticos previos.
Sin embargo, sorprende la magia del consenso logrado en el tema del aumento. Luego, la Ministra Ana Jara expresó que ella se ganaba el sueldo con el “sudor de su frente” y en declaración de “ripley” Daniel Mora expresó que “no estoy frente a un juez para decirle en qué gasto mi plata”, como si dicho dinero no fueran los impuestos que cada hombre y mujer tributa al Estado, hasta cuando compra un kilo de arroz en la bodega de la vecina. Sin duda, “la gran transformación” que requiere el país no será obra de esta clase de dirigentes.
Ante este lamentable panorama decidí dar a conocer “El sonido del bosque”, texto que incluye en su tesis el colombiano López Parra Hiader J., y que debieran leer todas las autoridades, de todos los niveles de gobierno, de todos los poderes y sectores sociales; y, quienes aspiren a serlo. Léalo y saque Ud. sus propias conclusiones. Ojalá pudiera ser leído también por nuestros anodinos congresistas.
EL SONIDO DEL BOSQUE
Por allá en el siglo tercero después de Cristo, el rey Ts’ao envió a su hijo, el príncipe T’al, al pueblo a estudiar con el gran Maestro Pan Ku. Como el príncipe T’al debía suceder a su padre como rey, Pan Ku se propuso enseñar al muchacho lo básico para llegar a ser buen gobernante. Cuando el príncipe llegó al templo, el maestro lo envió solo al bosque Ming Li.
Después de un año, el príncipe debería regresar al templo para describir los sonidos del bosque. Cuando el príncipe T’al retornó, Pan Ku pidió al muchacho que describiera todo lo que pudo oír. “Maestro”, replicó el príncipe “Yo pude oír el canto de los pájaros, el roce de las hojas, el aleteo del picaflor, el sonido de los grillos y el correr de la brisa por la grama, el zumbido de las abejas y a la brisa susurrar y aullar”. Cuando el príncipe hubo terminado, el maestro le pidió que regresara al bosque para que escuchara lo más que él pudiera oír. El príncipe quedó confundido por la solicitud del maestro. ¿No había él discernido ya todos los sonidos?
Por días y noches, el joven príncipe permaneció solo en el bosque escuchando, pero él no oyó otros sonidos que aquellos que ya había oído. Luego en una mañana, estando el príncipe silenciosamente sentado detrás de unos árboles, él empezó a discernir débiles sonidos pero diferentes de aquellos que ya había oído antes. Mientras con más atención escuchaba, los sonidos se iban aclarando. Un sentimiento de inspiración envolvió al muchacho. “Éstos deben ser los sonidos que el maestro desea que yo discierna”, reflexionó el joven.
Cuando el príncipe T’al regresó al templo, el maestro le pregunto qué más había oído. “Maestro” respondió el príncipe haciendo una reverencia, “cuando yo escuché más de cerca, yo pude oír lo que no se oye: el sonido de las flores cuando se abren, el sonido del sol calentando la tierra y el sonido de la grama bebiendo el rocío matinal”. El maestro movió la cabeza en signo de aprobación, “Oír lo inaudible” enfatizó Pan Ku, “es una disciplina necesaria para ser un buen gobernante. Sólo cuando un gobernante ha aprendido a escuchar de cerca el corazón de su gente, oyendo sus sentimientos no comunicados, dolores no expresados y las quejas no dichas, puede él inspirar confianza en su gente, entender cuando algo está mal y encontrar las verdaderas necesidades de sus ciudadanos. La muerte de los estados sobreviene cuando los líderes escuchan solo las palabras superficiales y no penetran profundamente en el alma de la gente para oír sus verdaderas opiniones, sentimientos y deseos”.
Anónimo